El adiós a un ídolo tenía que ser tan grande y pletórico como lo fue el que la afición le dio al máximo jugador regio que ha pisado la Primera División, pues cánticos, porras y aplausos dejaron ver una de las más grandes muestras de cariño por parte de la hinchada albiazul.
Fue cerca del final del primer tiempo, cuando la salida de Jesús Arellano de la cancha se anunciaba en el pizarrón electrónico, su sucesor no podía ser otro más que el ya todo un joven pero cariñosamente llamado ‘Chuyín’, hijo de la leyenda, quien enfundado en blanco y azul ya esperaba la estafeta para ingresar al campo.
“Fue una idea de la directiva, de que entrara Chuy "El Negro" de cambio, y estaba asustado, no podía dormir ayer en la noche. Fue algo bonito y esperamos que haga bien las cosas tanto en la escuela como para el futbol y esperemos que algún día llegue a jugar, pero lo bonito es que llegue a ser un hombre en la vida”, comentó Cabrito.
La cara de Arellano se iluminó al abandonar la cancha para el ingreso de su hijo con quien se fundió en un abrazo fraternal ante la mirada de miles de fanáticos albiazules, el adiós apenas comenzaba pues la proyección de un video con los más grandes momentos del regio en una pantalla dieron paso a la vuelta olímpica en la que la hinchada literalmente se le entregó.
Chuy recorrió una a una las localidades del Estadio Tecnológico en las que la afición se levantó de sus lugares y coreó el nombre del ídolo en más de una ocasión, levantó playeras y aplaudió toda una trayectoria en el club albiazul.
Ya al final, la directiva hizo un reconocimiento a Jesús Arellano, en un mini podio colocado a mitad de la cancha en donde José González Ornelas, Jorge Urdiales y Luis Miguel Salvador, felicitaron al eterno capitán entre frases de ‘Gracias Chuy’.
“Soñar es importante para cada jugador, prepararse en la vida, como se dice prepararse en la vida y en la cancha, prepararse tanto en lo profesional, en el futbol y en el estudio, es el equipo de mis amores y cada sábado voy a estar aquí apoyando al equipo de Monterrey”, expresó Arellano.
Posteriormente el Cabrito se dirigió al círculo central en donde levantó sus últimos tachones y los dedicó hacia el lugar en donde se coloca su padre para después y antes de abandonar la cancha, pedirle al cuerpo de seguridad y logística que le permitieran ir a la sección de numerado en donde se encontraba su familia.
Fue ahí en donde Chuy le entregó de forma simbólica sus últimos tachones a su más grande ídolo, su padre, quien también fuera el primero en regalarle un par cuando éste aún era pequeño según contó el mismo Cabrito.
“Mi papá que me compro los zapatos para jugar al futbol y era importante para mí, entregárselos a él los últimos zapatos con los que jugué, para mí, mi papá es mi ídolo, él jugaba futbol también, siempre fue un sueño para él que yo que jugara futbol también y se logró y gracias a él soy lo que soy”, finalizó.
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